Alimentación para personas mayores: salud y bienestar.

El envejecimiento es un proceso natural que conlleva numerosos cambios físicos, emocionales y fisiológicos. La alimentación, en este contexto, desempeña un papel esencial para mantener la calidad de vida. Una dieta adecuada puede prevenir enfermedades, fortalecer el sistema inmunológico y mantener la autonomía de la persona mayor durante más tiempo.

Con el paso de los años, las necesidades nutricionales cambian. Por eso, entender cómo debe ser una buena alimentación para personas mayores es clave, tanto para quienes están en esta etapa como para familiares o cuidadores que quieren ofrecer el mejor cuidado posible.

A partir de los 65 años, el cuerpo comienza a experimentar ciertas transformaciones que influyen directamente en la alimentación. Entre los más comunes se encuentran:

  • Disminución del apetito: debido a una menor actividad física o alteraciones hormonales.
  • Pérdida de masa muscular: sarcopenia, lo que afecta a la movilidad y puede generar fragilidad.
  • Reducción del metabolismo basal: lo que disminuye la necesidad calórica diaria.
  • Problemas dentales o deglutorios: que dificultan la masticación y la ingesta de algunos alimentos.
  • Alteración del gusto o del olfato: lo que reduce el placer por la comida.

Todos estos factores deben tenerse en cuenta al planificar una dieta equilibrada para personas mayores, que combine sabor, facilidad de preparación y aporte nutricional adecuado.

La alimentación en esta etapa debe ser variada, equilibrada y rica en nutrientes esenciales. Algunas claves para conseguirlo son:

Aumentar el consumo de frutas y verduras frescas, preferiblemente de temporada. Son una fuente natural de vitaminas, fibra y antioxidantes.

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Aumentar el consumo de frutas y verduras frescas, preferiblemente de temporada

Incluir proteínas de calidad como pescado, huevos, legumbres o carnes magras. Ayudan a mantener la masa muscular.

Incorporar lácteos bajos en grasa, fundamentales para el aporte de calcio y la salud ósea.

Reducir el consumo de azúcares simples y grasas saturadas, presentes en bollería, fritos o embutidos industriales.

Asegurar una hidratación constante, incluso cuando no se sienta sed. Muchas personas mayores beben menos agua de la que deberían.

Además, es recomendable que las comidas sean ligeras pero frecuentes, distribuidas en cinco o seis tomas al día, para facilitar la digestión y evitar picos de glucosa.

En la tercera edad, algunos micronutrientes adquieren mayor relevancia por su papel en el mantenimiento de funciones vitales:

  • Calcio y vitamina D: esenciales para prevenir la osteoporosis. Se encuentra en productos lácteos, pescados azules y exposición solar moderada.
  • Vitamina B12: su absorción disminuye con la edad. Es recomendable controlarla en análisis y consumir alimentos de origen animal o suplementos.
  • Hierro: evita la anemia y la fatiga. Las legumbres, carnes rojas y vegetales de hoja verde son buenas fuentes.
  • Zinc y selenio: importantes para el sistema inmunológico. Presentes en nueces, semillas y mariscos.

Una revisión médica periódica puede ayudar a detectar carencias nutricionales que requieren una atención específica.

No todas las personas mayores tienen las mismas necesidades. Existen situaciones específicas que pueden requerir ajustes en la alimentación:

En caso de diabetes tipo 2, se recomienda controlar la ingesta de hidratos de carbono y priorizar alimentos con bajo índice glucémico.

En personas con hipertensión arterial, se aconseja reducir la sal y optar por especias naturales.

En quienes presentan dificultades para tragar (disfagia), los alimentos deben adaptarse en textura: triturados, purés o semisólidos.

Si hay falta de apetito, es buena idea presentar comidas atractivas visualmente y dividirlas en pequeñas raciones más frecuentes.

Existen recursos de apoyo y asesoramiento nutricional en centros de salud, además de profesionales especializados en nutrición geriátrica.

La alimentación no es solo una necesidad fisiológica. También es una actividad social, emocional y cultural. Muchas personas mayores pierden el apetito por comer solas o tener rutinas monótonas. Por eso, fomentar entornos agradables, preparar recetas tradicionales o compartir mesa siempre que sea posible puede marcar una gran diferencia.

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Compartir mesa siempre que sea posible puede marcar una gran diferencia.

Iniciativas como los comedores comunitarios o los servicios de comidas a domicilio adaptados a mayores contribuyen a mejorar el estado nutricional y anímico.

  • Planificar los menús semanales ayuda a mantener una dieta variada y equilibrada.
  • Cocinar al vapor, al horno o hervido es más saludable que freír.
  • Evitar el exceso de productos ultraprocesados. Aunque resultan cómodos, no siempre son la mejor opción para la salud.
  • Aprovechar la compra online o con ayuda de familiares si hay dificultades de movilidad.
  • No olvidar el placer de comer: el uso de hierbas aromáticas, nuevas recetas o presentaciones atractivas pueden devolver el interés por la comida.

Para quienes necesiten orientación profesional, algunos servicios especializados en nutrición para mayores pueden encontrarse a través de plataformas como Sanitas Mayores o Quirónsalud.

Una buena alimentación para personas mayores no solo influye en la salud física, sino también en el bienestar emocional y la autonomía. Adaptar la dieta a las necesidades de esta etapa de la vida puede prevenir enfermedades, mejorar el ánimo y favorecer una vida activa y plena.

Por eso, tanto mayores como familiares deben considerar la nutrición como un pilar básico de los cuidados. Y recordar que comer sano no significa renunciar al sabor o al disfrute, sino encontrar un equilibrio que cuide y acompañe.

En Residencia Arco de la Malena contamos con servicio de Restauración con diferentes menús supervisados y aprobados por el médico del centro.

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